miércoles, 21 de mayo de 2008

El cristianismo como padre del ateísmo


Fernando Savater

En su libro: "La vida eterna"



La señal distintiva del cristianismo en sus comienzos es que revindicaba una concepción digamos agresiva de la verdad, polémicamente rebelde a toda concesión al relativismo o la razón de Estado. En una página especialmente combativa de su libro Straw Dogs, que titula significamente “ Atheism, the last consequence of Cristianity”, John Gray mantiene que el ateísmo moderno ha pretendido alcanzar por medio de la secularización del mundo del que estuviera ausente el Dios cristiano…pero ese mundo no deja de ser cristiano, aunque carezca de Dios: “La secularización es como la castidad, una condición definida de aquello que niega. Si el ateismo tiene futuro, sólo podrá ser como revival del cristianismo. Pero de hecho el cristianismo y el ateismo van decayendo juntos” ¿Quiere esto decir que los primeros cristianos se desentendían de la verdad objetiva, naturalista, y que por tanto –como creen los posmodernos- los ateos científicos de la actualidad se equivocan en intentar rebatirlos en ese plano? No nos apresuremos. Para Gray, son los paganos politeístas quienes no prestaban peso decisivo a la verdad considerada en términos digamos “metafísicos”, mientras que fueron los primeros cristianos los que absolutizaron el culto a la verdad como correlato primordial de su credo: “El ateísmo es un retoño tardío de la pasión cristiana por la verdad. El culto a la verdad es un culto cristiano”. Y ese culto radical acabó precisamente volviéndose contra la propia dogmática cristiana…Según Gray fueron precisamente aquellos antiguos paganos, finalmente desplazados de sus privilegios sociorreligiosos por una nueva creencia nada complaciente con ambigüedades hermenéuticos.


En el politeísmo, cuando la aceptación de unos dioses frente a otros sólo tenía que ver con la elección de un estilo de vida –o de una preferencia cultural- y no con procesos de verificación, la incredulidad total era una actitud insólita y extemporánea. Pero al reclamar una fe como la única verdadera y por tanto la única aceptable, los cristianos dejaron el camino expedito precisamente a la abolición progresiva de toda fe. Primero hay una fe, la que monopoliza la verdad, desalojando ad infernos a todos los restantes dioses que sólo pretendían ser significativos y consoladores, no verdaderos: pero después es la verdad la que monopoliza la fe, acabando con toda creencia inverificable –por muy significativa o consoladora que fuese- y abriendo así el paso a la ciencia y a la modernidad. El cristianismo irrumpe en el escenario ideológico no para pedir plaza como una perspectiva más, sino para reivindicar en el sentido más fuerte la totalidad del ámbito espiritual. Ser cristiano supone saberse en la verdad y no callar o fingir respetar los errores ajenos, aunque estuviesen respaldados por usos, costumbres o instituciones. Por ello los cristianos primeros fueron mártires y por eso luego fueron inquisidores, cuando consiguieron institucionalizare estatalmente: a causa de su culto por la verdad, que es una o no es. Los paganos eran escépticos hasta cuando creían, los cristianos sólo creían que no eran ni nadie tenía derecho a ser escéptico. De modo que concluye John Gray: “El cristianismo golpea en la raíz misma de la tolerancia pagana con la ilusión. Al reclamar que solamente hay una fe verdadera, concede a la verdad un valor supremo que no había tenido antes. Pero también hace posible por primera vez la incredulidad en lo divino. Si ahora vivimos en un mundo sin dioses, debemos agradecérselo al cristianismo” De modo que no andaban muy desencaminados los emperadores romanos que –como el propio Marco Aurelio o Juliano- condenaron a los cristianos por “impios” o incluso “ateos”, no por creyentes en una fe peor que las demás…

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